miércoles, 9 de septiembre de 2009

La familia de las personas transexuales

Quiero compartir con vosotrxs desde aquí este interesante documento escrito por Kim Pérez y publicado en la página de Carla Antonelli.

Desde que se aprobó la modificación del código civil que nos permite casarnos a parejas del mismo sexo, mucho se ha hablado de las familias homoparentales. El hecho de que los derechos de nuestrxs hijxs también se hayan reconocido a embarcado a muchas parejas a ampliar su familia. En el imaginario social que estamos construyendo estamos gays y lesbianas pero difícilmente aparecen las familias donde uno de los progenitores es una persona transexual. Y la realidad es que ellas y ellos también tienen familias, son familia, a veces con situaciones normalizadas y otras que van acompañadas del rechazo de la propia pareja y/o los hijos (si el proceso transexualizador comienza tiempo después del emparejamiento). Sean familias homoparentales o heteroparentales, su situación y experiencia nada tiene que ver con la de una familia tradicional.

Desde el movimiento LGTB y en especial las personas que nos dedicamos a la cosa de las familias, no debemos ni podemos olvidarnos de ellxs. Tienen que estar presentes en los discursos, las actividades y las reivindicaciones.

Espero que os guste y nos ayude a reflexionar sobre esta realidad.

LA FAMILIA DE LAS PERSONAS TRANS

Vamos a hablar de parejas; pero también de otras formas de vida familiar.

Empecemos por las parejas.En la práctica, debemos distinguir entre las parejas formadas antes de la transición y las formadas después de la transición.Las primeras, las formadas antes de la transición, suelen constituirse por dos malentendidos de buen fe. La persona trans, especialmente cuando es joven e inexperta en sí misma, suele decirse: “Esto son tonterías. Me caso y se me pasa”. Como está tan convencida de su intención, suele incluso no advertir a su pareja, por el miedo de perderla.Pero si le advierte, también es frecuente otro malentendido de buena fe por parte de la pareja: “Con mi amor se le pasará”.

Las dos personas emprenden con amor y esperanza una vida en común, pero con el tiempo la persona trans comprende que no se le pasa, porque la transexualidad es un elemento estructural de su personalidad. Pero en ese momento, ya hay otra persona, la pareja, tan envuelta como ella en las cuestiones de la transexualidad, y probablemente otras personas más, los hijos.A la persona transexual se le presenta el durísimo dilema entre renunciar a su transición o seguir adelante. Lo primero estará lleno de tensiones para sí misma, que, con espíritu de sacrificio por amor, conseguirá evitar que tengan que sufrirlas las demás, pero a un precio quizá terrible para su propio equilibrio.Lo segundo estará lleno de tensiones, para todas, la persona transexual que deberá afrontar sentimientos de culpa, ruptura u otros, y para las otras personas que sufrirán por la imagen de la persona querida, por el qué dirán, etcétera. Todas estas situaciones de sufrimiento se agravan en una perspectiva binarista y se atenúan en una no-binarista.En una perspectiva binarista, la persona transexual aspirará a pasar del todo (si posible fuera) de A a B, hormonándose, operándose, tomando actitudes de género muy definidas como B. En este sentido, la represión actúa como estimulante del binarismo. Una persona cuya fantasía (y sólo su fantasía) está llena de imágenes de B, sueña literalmente con una transmutación total. Una persona que haya superado la represión absoluta y exprese su transexualidad habitualmente y en alguna medida –salidas ocasionales, etcétera- podrá relativizar sus perspectivas con el sentido de la realidad.

También en una perspectiva binarista, la persona que sea la pareja de otra transexual, se planteará su situación probablemente en términos de heterosexualidad/homosexualidad. Se dirá a sí misma que es heterosexual y que ahora se ve obligada a vivir como homosexual, porque se plantearán en ese momento las cuestiones de atracción física y rechazo e incluso las del qué dirán.Planteado incluso así, hay algunas posibilidades de solución. Algunas parejas, especialmente bien avenidas, especialmente encariñadas, han decidido pasar a vivir como hermanas (o hermanos) y ha dado buen resultado, especialmente a partir de cierta edad, cuando la vida sexual se puede obviar.Pero creo que una solución más profunda está en la asunción plena del significado del no-binarismo.No-binarismo quiere decir que, entre A y B, se descubre la existencia de C , o la de AB, o cualquier otra forma concebible.Si el binarismo pretende que sólo existen A y B, la realidad prueba que existen a su lado otras muchas formas. Si yo creía que, dejando de ser A, tenía que ser B, un conocimiento más profundo de mí puede mostrarme que estaba influido por esa simplificación y que en realidad mi identidad estaba en esas formas no-binarias.Puede ser entonces que pueda emprender una negociación conmigo mismo y con mi pareja. ¿Hasta dónde puedo ceder? ¿Hasta dónde necesito llegar? ¿Hasta dónde puedes ceder?

Es cierto que, en cuanto se adopta una visión no-binarista, la transexualidad toma una forma muy distinta. No se trata de encontrar la propia posición entre las solas dos opciones A o B, sino saber que junto con ellas hay una gran variedad, infinitamente matizada según las historias personales.Puede ser que algunas personas, después de una larga reflexión, insistan en que su posición debe ser B, incondicionalmente, o lo más cerca que sea posible de B. Puede ser que otras comprendan que sólo necesitan una reasignación genital y, en el fondo, sólo una reasignación genital, que pueden seguir viviendo conforme al género de origen. Puede ser que otras sólo necesiten en rigor afirmar su adhesión al género B, no al sexo, y que puedan prescindir de hormonación o de cirugía. Puede ser que algunas otras comprendan que lo que quieren expresar es su diferencia con A y que cierto grado de ambigüedad les es para ello suficiente.En todas estas formas de expresión, a la vez que tiene lugar un cuidadoso estudio de la historia personal, una introspección tranquila y sincera, hay posibilidades de negociación consigo mismo y con la pareja.

Es verdad que no se pueden hacer en circunstancias de represión/fantasía sino de expresión/realismo. Se puede pensar que es precisa una expresión, incluso alocada, durante algún tiempo, una rotura del dique, una fluencia torrencial, hasta que el río pueda recuperar su tranquilidad. Sólo es preciso, durante ese tiempo de prueba, que la persona transexual y su pareja asuman que es un período de prueba en el que la expresión en condiciones de realidad normalmente producirá cambios en lo que se quiere expresar. Sin embargo, quiero avisar de que el estallido y el torrente requieren tiempo para agotar su energía, un tiempo que puede ser fácilmente de un año, dos o más. No se resuelven las grandes cuestiones de la vida en cuatro días.En esta misma situación, hay que plantearse también la actitud hacia los hijos.Se puede distinguir en primer lugar su edad.Y a continuación si son hijos o hijas.En cuanto a la edad, parece que una transición emprendida antes de sus tres años, aproximadamente, será plenamente asimilada. Crecerán con ella y los problemas que puedan encontrar más adelante serán sociales, externos, asimilables a los de racismo y afrontables con los mismos criterios: denuncia, lucha social, solicitud de apoyos, etcétera. Incluso puede ser beneficioso para el o la adolescente combatir por la justicia.

Entre los ¿tres? y los ¿dieciocho? años se abre una ventana en la que es distinta la reacción previsible según el sexo. Mientras que un niño que tiene a su padre como modelo de masculinidad puede verse profundamente alterado por una transición que no puede comprender, una niña puede encontrar alternativas de relación que lleguen incluso a la complicidad, a la protección mutua, y al orgullo. Tengo que decir que no sé cuál pueden ser la reacción de una niña ante la transición de su madre.Teniendo en cuenta que las reacciones de los niños y adolescentes varones pueden desequilibrarlos fuertemente, es aconsejable que la persona transexual se aleje físicamente, si decide llevar adelante su transición, o que asuma, como hacen muchas, que tiene que posponerla hasta que crezcan y maduren.Se puede decir que, a partir de los dieciocho años aproximadamente, se llega a una edad en la que, aunque sea con dificultades, se puede hacer frente a la realidad. La caída del modelo paterno se puede compensar con la vigencia de un modelo moral basado en el sacrificio y en el amor, y en el respeto correspondiente, unido al cariño y al agradecimiento.A partir de esa edad, en líneas generales, cualquier incomprensión e intransigencia debe ser puesta en la carga del hijo, que ya debe haber aprendido la complejidad de la vida humana y que no todo debe estar a su servicio.

Hablamos, en esa edad, de seres humanos maduros, que deben respetarse mutuamente, y expresar una temática de género no es una falta de respeto para nadie.Decía al principio que dividiría este texto en parejas y familias formadas antes de la transición y después. Sin embargo, el apartado reservado a éstas últimas es mucho más corto, porque en ellas, la persona transexual y su pareja saben a lo que atenerse.Lo más importante es que se forman. Pese a las dificultades que se pueden concebir, hay personas dispuestas a compartir nuestras vidas. Podemos ser atractivos y atractivas. Cuando una persona transexual que ya ha hecho su transición aparece ante otra, funcionan los mismos complejos sistemas de atracción que en cualquier otra pareja, con una forma más específica.Cuenta el encanto físico singular de la persona transexual, que puede ser muy intenso y no morboso. Puede ser la dureza del transexual masculinizante unido a un margen de sensibilidad y capacidad de diálogo lo que lo haga irresistible. En una transexual feminizante no operada puede ser el componente de “mujer fálica” lo que la haga profundamente tranquilizante para angustias subconscientes que ven en la mujer un abismo.Nos lleva esta observación a la dinámica entre percepciones subconscientes, muy intensas, pero difíciles de justificar racionalmente, y percepciones conscientes, racionales, convencionales, limitadas, por ejemplo las del qué dirán.Aventuro que muchas de las parejas incluso heterosexuales que han encontrado las personas transexuales antes de su transición, se basan en estas percepciones subconscientes de una ambigüedad agradable por algún motivo, intenso, personal, pero confuso para uno mismo, difícilmente verbalizable. La convivencia en estos casos estaría amenazada por la aparente racionalidad de lo consciente, muy verbalizada por toda nuestra cultura, muy conveniente en la práctica a corto plazo, pero destructora a largo plaza.Tengo la impresión de que cuando tomamos en cuenta los factores psicoanalíticos, creemos avanzar por un paisaje en rayos X, donde vemos la realidad en unos blancos y negros insólitos, donde los objetos se transparentan y adoptan formas insólitas, que son más verdaderas sin embargo que las de la percepción normal. Cuando nos acostumbramos a lo que vemos y le damos sus nombres, nos entendemos mejor y entendemos mejor nuestros motivos.¿Cuáles son las razones, entonces, que han traído a determinadas personas a nuestro lado antes de la transición? Las profundas, no las aparentes. ¿Cuáles de ellas seguirían vigentes aún después de la transición? ¿Cuáles pueden ser amenazadas por el convencionalismo, especialmente el qué dirán, que llevaría a lamentarse tiempo después de las decisiones superficialmente tomadas?El amor es una aventura en la selva que no es fácil de entender ni de valorar. Si una persona te ha amado, puede preguntarse si ese amor se debe a la presencia de unos genitales y de unas funciones de género o a algo que no tiene que ver con los genitales ni con las funciones de género.Por lo menos, las personas que forman parejas con nosotras, las personas transexuales, después de la transición, saben que nuestra realidad genital o de género es con frecuencia inusual y, sin embargo, si se lanzan a convivir con un o una transexual, es porque encuentran en nuestras personas algo que les atrae o les tranquiliza profundamente.Con frecuencia estas parejas son heterosexuales y, sin embargo, encuentran la manera de vivir a gusto a nuestro lado.Esto los transexuales masculinizantes lo tienen más fácil, compartan sus vidas con mujeres, hombres u otros transexuales. De hecho, forman pareja con facilidad y sus parejas suelen ser bastante estables. No sé por qué, pero constato los hechos..Las transexuales feminizantes lo tienen más difícil, aunque no es imposible.

Por lo que he podido ver, pueden formar parejas con hombres, con mujeres y con otras personas trans, masculinizantes o feminizantes, incluso muy estables, aunque sometidas a la precariedad que encuentran hoy todas las parejas, con mujeres y con otras personas transexuales.También constato hechos; pienso en las parejas que conozco con una persona trans feminizante, y constato su estabilidad en las historias en que se han formado, aunque es menos frecuente que se formen.

Pero no hay todavía suficientes estudios sobre las parejas trans, por qué se forman y por qué subsisten. Ya los habrá.

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