Ser líder en contaminación lumínica ha sido
un lastre más para la ciudad de València durante muchos años. El estudio
Contaminación lumínica en España, que realizó el departamento de Astrofísica y
Ciencias de la Atmósfera de la Universidad Complutense de Madrid en 2009,
concluía que España era el primer país de la Unión Europea con mayor consumo
medio por farola y València, la ciudad que más despilfarraba en España. No es
de extrañar, teniendo en cuenta que el concejal responsable de alumbrado del
anterior equipo de gobierno del PP, se atrevió incluso a manifestar que no es
que València tuviera un exceso de luz, sino que las otras ciudades estaban a
oscuras. Tirando de refranero, no hay peor ciego que el que no quiere ver.
La contaminación lumínica provocada por una
incorrecta iluminación artificial es uno más de los problemas ambientales que
afecta, no solo a las arcas municipales por el derroche energético, sino al
equilibrio de la biodiversidad e incluso al descanso nocturno por la luz
invasiva que entra por las ventanas de nuestras viviendas. No hay argumento que
justifique vivir en una ciudad que tiene calles y avenidas que parecen pistas
de aterrizaje, porque las calles no pueden estar igual de iluminadas de día que
de noche. La contaminación lumínica de las ciudades nos ha robado la
posibilidad de contemplar toda la belleza que nos ofrece el cielo nocturno.
Iluminar adecuadamente y de manera eficiente
implica evitar la emisión de luz a la atmósfera y dirigirla estrictamente hacia
el suelo, que es donde necesitamos ver. No se trata de disminuir la visibilidad
nocturna, ni la seguridad – no existen estudios concluyentes que vinculen una
mayor iluminación con una disminución de la actividad delictiva – , sino
emplear la cantidad de luz necesaria para conseguir mayor calidad de vida para
las vecinas y vecinos, proteger el medio nocturno y un gasto responsable de
energía y dinero.
El equipo de gobierno liderado por Joan Ribó
inició en 2015 un camino hacia la sostenibilidad energética, que ha supuesto
poner en marcha una serie de medidas con el objetivo de reducir las emisiones
de luz hacia el hemisferio superior, desarrollando políticas de alumbrado más
eficientes para reducir la contaminación lumínica.
En menos de cuatro años València habrá
cambiado más del 50% del parque lumínico compuesto por 107.000 puntos de luz
con un coste superior a 14 millones de euros para conseguir hacer de València
una ciudad más eficiente, obteniendo un importante ahorro económico y avanzando
decididamente en el camino de la sostenibilidad y en la lucha contra el cambio
climático.
En todas las inversiones en alumbrado
público, se priorizan los distritos, barrios y calles en los que el equipo de
gobierno anterior del PP llevaba muchos años sin invertir y que ha supuesto
tener unas instalaciones obsoletas y altamente contaminantes. Una de las pocas
inversiones que el PP realizó en los últimos años fue en 2013 instalando las
famosas Leds de Rus en algunos barrios como Ciutat Vella o Russafa.
La sociedad, de la mano de las administraciones
públicas, tenemos la responsabilidad de realizar acciones encaminadas a paliar
el cambio climático y en el Ayuntamiento de València tenemos un compromiso
firme.
Luisa Notario,
Assessora
del Grup Municipal Compromís en l’Ajuntament de València
https://valenciaextra.com/es/recuperando-las-estrellas-del-cielo-de-valencia/
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