Espero que os guste.
http://issuu.com/allioli-stepv/docs/intersindical_58/3?e=1886257%2F11494669
Este año celebraremos diez años
de la aprobación de una pequeña modificación en el código civil que supuso uno
de los mayores avances en la historia de los derechos civiles en este país y en
Europa, la aprobación del matrimonio entre personas del mismo sexo.
A pesar de los catastrofistas
vaticinios de la jerarquía de la iglesia católica, los tremendistas augurios
del PP y su vergonzoso recurso en el Tribunal Constitucional, ha sido una ley
que solo ha traído felicidad, tranquilidad y dignidad a muchas personas que hemos
estado sometidas a terapias aversivas, al silencio y a la vergüenza. Nos
convertimos en ciudadanas y ciudadanos con los mismos derechos que el resto,
nada más y nada menos.

La esfera pública es un espacio
configurado en sí mismo como propiedad de los hombres, en el que las mujeres
vamos irrumpiendo de manera casi anecdótica, mientras deconstruimos el rol
cuidador, reproductor y privado impuesto socialmente, conciliándolo con la lucha
por el reconocimiento y el respeto. A
pesar de que más de un 65% de titulaciones universitarias son de mujeres,
representamos un 16,7% en el Tribunal Constitucional, el 6,4% de los Consejos
de Administración de empresas y menos
del 10% como académicas en el conjunto de Reales Academias o nombradas doctora
honoris causa.
Esas mismas desigualdades de
representación, legitimidad y visibilidad las vivimos también las mujeres
lesbianas y bisexuales, añadiéndose a la cuota de discriminación como mujeres
la de tener una orientación sexual no normativa.
Durante décadas sufrimos en este
país los humillantes y vergonzosos efectos de dos leyes bajo las que se
criminalizaron,encarcelaron y torturaron a muchos hombres gays y mujeres
transexuales, personas que fueron en muchas ocasiones denunciadas por homosexualidad por sus
propias familias y que llevan luchando desde hace muchos años por su reconocimiento
social y económico. La Ley de Vagos y Maleantes primero, y la de Peligrosidad
Social después, llevaron a miles de personas a la cárcel, sin embargo, solo una
mujer ha sido reconocida como represaliada y, por consiguiente, su derecho a
ser indemnizada. Durante esos años, el destino de las mujeres con sexualidades
disidentes era un matrimonio forzado con un hombre o su reclusión en centros
mentales. Ese manto de invisibilidad que el franquismo aplicó a las mujeres
lesbianas y bisexuales, mientras reprimía con contundencia la homosexualidad
masculina, nos ha hecho invisibles hasta para la historia negando y ocultando
el sufrimiento que muchas padecieron.
Una de las principales luchas que
hemos abanderado las mujeres en el movimiento LGTB ha sido la de nuestra
inclusión en los órganos de representación, en las campañas, en el lenguaje… habiendo conseguido poner en primer lugar la L
en las siglas que nos denominan colectivamente. Sin embargo, a pesar de haber
disfrutado igual que los hombres del derecho al matrimonio igualitario, de
manisfestarnos el Día del Orgullo, de liderar y formar parte del colectivo y
sus reivindicaciones; en la sociedad y en los medios de comunicación se nos
sigue excluyendo hablando de matrimonio “gay”, orgullo “gay” y colectivo “gay”,
quedando invisibles el resto de realidades que forman parte del colectivo LGTB
y utilizando, una vez más, el lenguaje para hacer de lo masculino lo único y
universal.
Mientras la revelación de la
homosexualidad por parte de los hombres empieza a no tener trascendencia
pública, existiendo gais visibles jueces, científicos, políticos, directores de
cine, presentadores de televisión,
empresarios, modelos, actores, escritores… la “salida del armario” de
las mujeres en la esfera pública sigue siendo algo excepcional y anecdótico.
En el ránking anual que publica
El Mundo, entre los 12 primeros puestos de los 50 gays y lesbianas más
influyentes de España, solo hay una mujer, la diputada Ángeles Álvarez, que
ocupa el número cinco, representando las mujeres el 16% en la totalidad de la
lista. En la lista de los 25 gays y lesbianas más influyentes del mundo solo
encontramos a 5 mujeres.
Nuestro reto es seguir incidiendo
en la forzosa necesidad de que las mujeres lesbianas seamos también las protagonistas principales porque
la invisibilidad nos condena al silencio, a nuestra incorpórea existencia en el
imaginario colectivo que nos ha inventado con una imagen rodeada de
estereotipos cuya consecuencia es la no contemplación de nuestra diversidad y
relegando nuestras necesidades y reivindicaciones a un segundo plano.
