viernes, 24 de abril de 2015

(In) Visibilidad Lésbica

Aprovechando el décimo aniversario de la primera votación del matrimonio igualitario en el Congreso de los diputados y la celebración del día de la visibilidad lésbica, publico el artículo que escribí para la revista de la Intersindical Valenciana que hablaba precisamente de la situación de invisibilidad que aún sufrimos las mujeres lesbianas a pesar de los avances legislativos. 
Espero que os guste. 
http://issuu.com/allioli-stepv/docs/intersindical_58/3?e=1886257%2F11494669

Este año celebraremos diez años de la aprobación de una pequeña modificación en el código civil que supuso uno de los mayores avances en la historia de los derechos civiles en este país y en Europa, la aprobación del matrimonio entre personas del mismo sexo.
A pesar de los catastrofistas vaticinios de la jerarquía de la iglesia católica, los tremendistas augurios del PP y su vergonzoso recurso en el Tribunal Constitucional, ha sido una ley que solo ha traído felicidad, tranquilidad y dignidad a muchas personas que hemos estado sometidas a terapias aversivas, al silencio y a la vergüenza. Nos convertimos en ciudadanas y ciudadanos con los mismos derechos que el resto, nada más y nada menos.
Podríamos hacer muchos análisis de lo ocurrido durante estos diez años, de cómo hemos tenido que reinventarnos en el movimiento LGTB, del camino que han tomado nuestras reivindicaciones, de las nuevas discriminaciones que han surgido, de la utilización de la crisis que hace el PP para recortar nuestros derechos, de las estrategias que hemos compartido para la consecución del matrimonio en otros países… pero,  ¿cómo hemos vivido las mujeres lesbianas y bisexuales esta explosión de visibilidad que puso en el debate social y en el imaginario colectivo nuestra realidad y nuestros derechos?
La esfera pública es un espacio configurado en sí mismo como propiedad de los hombres, en el que las mujeres vamos irrumpiendo de manera casi anecdótica, mientras deconstruimos el rol cuidador, reproductor y privado impuesto socialmente, conciliándolo con la lucha por el reconocimiento y el respeto.  A pesar de que más de un 65% de titulaciones universitarias son de mujeres, representamos un 16,7% en el Tribunal Constitucional, el 6,4% de los Consejos de Administración de empresas y  menos del 10% como académicas en el conjunto de Reales Academias o nombradas doctora honoris causa.
Esas mismas desigualdades de representación, legitimidad y visibilidad las vivimos también las mujeres lesbianas y bisexuales, añadiéndose a la cuota de discriminación como mujeres la de tener una orientación sexual no normativa.
Durante décadas sufrimos en este país los humillantes y vergonzosos efectos de dos leyes bajo las que se criminalizaron,encarcelaron y torturaron a muchos hombres gays y mujeres transexuales, personas que fueron en muchas ocasiones  denunciadas por homosexualidad por sus propias familias y que llevan luchando desde hace muchos años por su reconocimiento social y económico. La Ley de Vagos y Maleantes primero, y la de Peligrosidad Social después, llevaron a miles de personas a la cárcel, sin embargo, solo una mujer ha sido reconocida como represaliada y, por consiguiente, su derecho a ser indemnizada. Durante esos años, el destino de las mujeres con sexualidades disidentes era un matrimonio forzado con un hombre o su reclusión en centros mentales. Ese manto de invisibilidad que el franquismo aplicó a las mujeres lesbianas y bisexuales, mientras reprimía con contundencia la homosexualidad masculina, nos ha hecho invisibles hasta para la historia negando y ocultando el sufrimiento que muchas padecieron.
Una de las principales luchas que hemos abanderado las mujeres en el movimiento LGTB ha sido la de nuestra inclusión en los órganos de representación, en las campañas, en el lenguaje…  habiendo conseguido poner en primer lugar la L en las siglas que nos denominan colectivamente. Sin embargo, a pesar de haber disfrutado igual que los hombres del derecho al matrimonio igualitario, de manisfestarnos el Día del Orgullo, de liderar y formar parte del colectivo y sus reivindicaciones; en la sociedad y en los medios de comunicación se nos sigue excluyendo hablando de matrimonio “gay”, orgullo “gay” y colectivo “gay”, quedando invisibles el resto de realidades que forman parte del colectivo LGTB y utilizando, una vez más, el lenguaje para hacer de lo masculino lo único y universal.
Mientras la revelación de la homosexualidad por parte de los hombres empieza a no tener trascendencia pública, existiendo gais visibles jueces, científicos, políticos, directores de cine, presentadores de televisión,  empresarios, modelos, actores, escritores… la “salida del armario” de las mujeres en la esfera pública sigue siendo algo excepcional y anecdótico.
En el ránking anual que publica El Mundo, entre los 12 primeros puestos de los 50 gays y lesbianas más influyentes de España, solo hay una mujer, la diputada Ángeles Álvarez, que ocupa el número cinco, representando las mujeres el 16% en la totalidad de la lista. En la lista de los 25 gays y lesbianas más influyentes del mundo solo encontramos a 5 mujeres.

Nuestro reto es seguir incidiendo en la forzosa necesidad de que las mujeres lesbianas seamos  también las protagonistas principales porque la invisibilidad nos condena al silencio, a nuestra incorpórea existencia en el imaginario colectivo que nos ha inventado con una imagen rodeada de estereotipos cuya consecuencia es la no contemplación de nuestra diversidad y relegando nuestras necesidades y reivindicaciones a un segundo plano.